Corina Morera Villar  
 
  Nunca; 23-04-2024 12:19 (UTC)
   
 
  Nunca;


   Nota de la autora: Este texto viene a raíz de un deseo de estar más conectada con la tierra, y su final es una completa afirmación de un deseo más que personal… no morir en asfalto, no morir en ciudad, sino aferrada a la madre a la que casi hemos dado triste sepultura, la madre tierra, Gaia de nombre propio…
Fotografía y texto de la autora.


 
    Mundo material que arrastras las ideas, hasta desfiladeros resonantes de bocinas, colores apagados, interferencias de una caja tonta, gemidos descontrolados de cuerpos que no recuerdan lo que es mirarse a los ojos… ciudad enloquecida de burdos pensamientos, baldías oportunidades y vacías filosofías atrapadas en un “verde- papel moneda”.
 
    Dónde estás árbol, dónde madre tierra… dónde están las entrañas de las que nací en alma, el recoveco que lejos del asfalto, llamé hogar…
 
    Hoy me intubarían en algún aséptico hospital, marca de la cordialidad de la ciencia, y seguiría sin duda alguna carente de respiración. Solo respiraré el día en que mi esencia transmita ese dolor, ese grito miserable que puje por salir, esa lágrima difícil que no sabe danzar en un rostro ya marchito por un ciclo sin final. Solo al expresarlo atada a ti, abrazada a tu armadura de imbatible madera, a tu profundidad terrosa y tu verde esperanzador, ese tan distinto del codiciado billete…
 
    Hundirme en tus azules venas, bebiendo de la savia fría de la vida. Techada por la luz de una luna que aguarda por beber también de tus frutos. Llorar, como niña adulta, ante la tormenta que avecina tu mar en calma, deseando formar parte de tu canto allá arriba. Volar con el rayo, con las alas que diste a tus criaturas de cielo, estampar la tristeza con esa velocidad casi infinita a favor del viento. Deshacer el cuerpo entre rocas de playa, como espuma tras el vuelo de acantilado, esparciendo sueños, promesas, ideas, y lo que de mí aún quede tras el acto de un águila que al final solo era humana.
 
    Y no puede llegar a levantar el vuelo, ni andar vigorosa de nuevo sobre la húmeda tierra que ama, da igual el lugar. No logra su comunión para renovarse, cantarle a una hoja tierna que sí la escuche, renacer o morir en ella; porque sus alas nunca existieron, y sus piernas están quebradas.
 
    Y sin su alianza no renacerá aún, pero tampoco morirá, porque sigue teniendo voluntad. Porque nunca, a sabiendas de lo que “nunca” significa, morirá en asfalto… Jamás.


By: Corina Morera Villar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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